Planificación: Temido momento presupuesto.

Y llegó uno de los momentos cumbre en toda planificación de una boda, no el más bonito, ni el más sentido, pero sí el más necesario.  El momento de sentarse con un cuaderno, un boli y una calculadora para empezar a planificar un presupuesto en condiciones (cosa nada pero que nada fácil). Hasta entonces habíamos idealizado mil y una cosas, habíamos pensado en una larga lista de invitados y en todo tipo de extras. Pero llegado este punto te das cuenta de que no todo es tan rosa, de que todo no te lo puedes permitir y que hay que priorizar (si fuéramos millonarios otro gallo cantaría pero no es el caso).

No es el mejor momento, pero a nosotros nos sirvió para reflexionar y plantearnos muchas cosas, porque el día que proclamas al mundo que te casas es tal la emoción que invitarías incluso a tu boda al vecino del quinto con el que ni te hablas, al basurero o incluso a la cajera del primer supermercado en el que te pares ese día. Pero una vez te pones a pensar en frío te das cuenta de que no todo las personas con las que contabas tendrán cabida en ese día.

Quizás da pena renunciar a ciertas personas, pero llegados a este punto, Toni y yo nos pusimos a pensar en quién realmente nos quiere de verdad, quién se alegró en el momento en que contamos nuestros planes y quién se preocupa día a día por nosotros. Llegamos a la conclusión de que queríamos una boda íntima, una boda en la que nos sintiéramos arropados por todos y en la que todos vivieran como si fuera suyo cada momento nuestro.

A pesar de eso, de aquí al día clave la vida da muchos giros y quizás personas que a día de hoy son imprescindibles a esas alturas ni estén en nuestras vidas y al revés, quizás se sumen otras personas que en ese momento nos aportan cosas importantes.